// Mi trabajo como periodista automotriz y su significado en la sociedad global del siglo XXI //
Sin todavía haber publicado una sola palabra en Motor Trend, ya había hecho historia. Evidentemente, solo de forma incipiente, pero la había hecho. Cuando el día 10 de marzo de 2008 empecé a trabajar en la revista, dejándome la piel en escribir noticias y evaluar vehículos recién salidos de fábrica, los grandes periodistas automotrices muy raramente tenían apellidos de origen latino. Me gusta pensar que el haber sido contratado por la mayor revista impresa del mundo dedicada al automóvil (que también es una de las líderes en línea) supuso un paso positivo para todos los estadounidenses de origen mexicano y, por extensión, para todas las minorías del país. Un paso que he dado también gracias a las incontables batallas sociales y económicas que mis padres y mis abuelos libraron a lo largo de su vida. A pesar de ser ínfimo, un paso hacia adelante. A partir de ese día, me esforzaría por ser el orgullo de todos ellos, aunque fuera opinando sobre grandes objetos inanimados de superficie metálica y fría y presentando a aquellas personas que los habían ideado. Sonará como la típica y tópica cursilada, pero así es: quería marcar la diferencia siendo excelente en el trabajo que elegí.
Pensé que, a lo mejor, incluso podría inspirar a otros. Mis primas, primos, sobrinas y sobrinos todavía eran muy jóvenes y yo deseaba que vieran qué se puede hacer con la fuerza de la palabra y la pasión por el trabajo, con una buena formación e iniciativa propia. Verían que es posible trabajar de lo que a uno le gusta y vivir de ello. Que hacerse rico no está nada mal, pero que no lo es todo y que, además, pasárselo bien, ser feliz y trabajar duro no son realidades excluyentes. Quizá, en algún momento, llegarían a pensar: «Si Nate lo ha conseguido, yo también puedo.» Quizá hasta podría hacer que acabaran enamorándose ciegamente de todo lo automovilístico.
Empecé, pues, a escribir.
Inmediatamente después de terminar los estudios, comencé a trabajar en la empresa que se podría considerar como los Lakers de Los Ángeles de los medios de comunicación dedicados al automovilismo. Al principio, mis ojos de novato solo veían que las cosas iban a un ritmo vertiginoso, aparentemente caótico, frenético, sin pausa. Mientras los artículos se iban forjando durante meses y meses en las mentes de los editores, se acordaba una infinidad de sesiones fotográficas y las noticias en papel y los anuncios en las redes sociales se publicaban a borbotones.
Más allá de mis tareas cotidianas, comencé a entender el panorama y vislumbré una estratificación. Entendí mi función dentro de la histórica marca Motor Trend, la función de Motor Trend – y del periodismo en general – dentro de la industria automotriz y la función de esta industria dentro de la sociedad. Esta relación simbiótica del triunvirato constituido por periodismo, industria y sociedad es algo que me intriga hasta el día de hoy.
Mi firma plasmada sobre el contrato no solo marcaba el momento de empezar a contribuir a la revista, sino también el de influir en ella. Mi voz se convirtió en la de Motor Trend y viceversa. Representaba a todo un ícono con un público de millones de personas y sesenta años de tradición a sus espaldas. Ampliar mis conocimientos sobre temas automovilísticos, analizar los editoriales al completo y descubrir todos y cada uno de los elementos que conforman un vehículo se convirtió en mi objetivo primordial. Conduje hasta el último ejemplar de la flota de pruebas de la empresa y me dediqué a pulir mis dotes como redactor de contenidos.
Presentar datos cuantificables y objetivos es una hebra de entre todo el tejido de información que nosotros, el pequeño círculo de editores de Motor Trend, elaboramos día a día. Entretejemos estos datos para generar entretenimiento. Contamos historias. Mostramos perspectivas. Incluimos datos, números y valores. Podemos incluir innumerables aspectos distintos y esenciales de un automóvil gracias a las pruebas que hacemos sobre carreteras públicas, con ensayos instrumentados y con múltiples comparaciones entre distintos vehículos. Existe únicamente un puñado de editoriales en todo el mundo con la capacidad humana y logística para llevar a cabo tal batería de pruebas. Evidentemente, entre todas ellas, nosotros nos consideramos la mejor. Dan fe de ello nuestros informes, que son acertados, de base empírica y con aplicación real; a veces muy técnicos, pero siempre apasionantes.
Nuestros lectores suelen ser personas aficionadas a la automoción. Para ellas, los coches no son máquinas sino toda una declaración de intenciones. Son sinónimo de libertad, una extensión de su propia personalidad y su carácter. Son obras maestras de la ingeniería equipadas con una estupenda inteligencia computacional. Los autos son fuente de placer, locura y amor. Representan un objetivo – ya alcanzado o todavía perseguido.
Para un sector creciente de nuestros lectores y lectoras, los vehículos representan una parte integral de las industrias presentes y futuras, así como de mercados emergentes, productos internos brutos y tasas de empleo. Incontables empresas proveedoras y sus millones de empleados dependen la prosperidad de los automóviles para asegurar su propia prosperidad. Otro sector de lectores simplemente considera el automóvil como un medio para desplazarse. En realidad, esta es la perspectiva más común en todo el mundo. Son personas que compran automóviles producidos en masa, muy lucrativos. Sea cual sea su punto de vista, la industria automovilística afecta a miles de millones de personas de una forma u otra. Es, sin duda, un elemento innegable de la cultura moderna de la humanidad.
En los años que todavía están por venir, los coches seguirán impregnando y modelando la vida de las personas. La automoción se encuentra en un estado de flujo constante. Los tiempos de los vehículos de gran potencia de ocho o doce cilindros que consumían gasolina sin parar ya han pasado a la historia. Es más que evidente: hoy tanto los grandes camiones como los automóviles sedán se mueven con motores turbo de cuatro cilindros; los deportivos tecnológicamente más avanzados son híbridos; el Modelo S de Tesla Motors, completamente eléctrico, hace las delicias de altos directivos a nivel global. Sin lugar a dudas, ni la ecología ni la alta tecnología introducida en el habitáculo de pasajeros son una moda pasajera.
La industria automovilística sigue invirtiendo miles de millones de dólares en el desarrollo de energías alternativas, materiales compuestos y fábricas respetuosas con el medio ambiente. Pronto los coches y las ciudades se fundirán en redes urbanas inteligentes. Los vehículos compartirán información para minimizar los congestionamientos, los choques y la contaminación. Seguramente, si las legislaciones lo permiten, también habrá vehículos completamente automatizados recorriendo las calles. Mientras, nosotros veremos una película, navegaremos por internet, trabajaremos horas extra o recuperaremos el sueño detrás del volante. La tecnología y la industria ya están listas para dar el salto.
En todos estos temas cambiantes, controvertidos y fascinantes, los periodistas desmarañamos y ordenamos la información para ofrecer una visión clara. Presentamos análisis basados en nuestra experiencia, nuestra pasión y la información de primera mano. Provocamos sentimientos de alegría, desencanto, disgusto, admiración y sorpresa. A veces motivamos. Otras despertamos ira. Pero, ante todo, informamos. Ya sea una persona aficionada o no, cuando ésta llega a la última página de la revista o al último renglón del sitio web, termina la lectura con información fresca y actualizada. Quizá esta persona incluso se haya formado una opinión personal sobre el tema.
La comunicación entre periodistas y lectores no es unidireccional, nosotros no solo escribimos sino que también leemos y escuchamos. Es una práctica fundamental para actuar de forma sostenible en el mundo mediático en el que vivimos, donde estamos mucho más sujetos a las visitas en nuestro web que al número de páginas leídas en nuestra revista física. La saturación de canales y redes sociales ha hecho que estemos todos conectados mutuamente, ya sea para bien o para mal. Es evidente que recibimos correos electrónicos y tweets negativos. Sin embargo, gracias a esa comunicación virtual, también nos hemos tomado en serio las legítimas preocupaciones de los lectores, hemos cambiado nuestros protocolos de ensayo y hemos introducido nuevas funciones en línea. Sin las aportaciones de nuestros lectores y sin los consiguientes cambios que realizamos en nuestro trabajo periodístico, seríamos una marca acomodada, complaciente, previsible y aburrida. Algunas revistas han seguido por este camino, cosa que desafortunadamente les ha llevado a contraerse como empresa o directamente a desaparecer del mapa.
La industria nos lee con tanta o más pasión y dedicación como los usuarios. Hay ingenieros que han implementado cambios en sus modelos basándose en nuestro asesoramiento. Durante el poco tiempo que llevo en el oficio, he sido testigo de ello más de una vez. En una ocasión, el departamento de rendimiento de una empresa automovilística desarrolló una segunda versión de su modelo después de leer uno de nuestros artículos. Otra paró la producción por un defecto que detectamos nosotros. Con los textos que escribimos, hacemos avanzar la automoción de mil maneras, en los ámbitos más diversos. A veces, sorprendemos a batallones enteros de ingenieros con algo que no habían previsto. Nos valoran por nuestra infinidad de métodos de prueba; siempre rigurosos e implacables. Esta es, al fin y al cabo, nuestra manera de contribuir a la innovación del producto.
Por otro lado, también contribuimos a mantener el automóvil como tema relevante en los medios de comunicación masiva. Nuestros premios anuales «Of the Year» para sedanes, camiones y todoterreno atraen la atención de los medios más relevantes. Esto, a su vez, acerca la complejidad de un modelo en concreto a un público general de millones de personas y a la industria del automóvil. Nuestro concurso «Best Driver’s Car», una evaluación comparativa entre los deportivos del año, es una de nuestras publicaciones más esperadas del año. Ha ganado el reconocimiento de los medios de comunicación, la industria y el público general. El formato ha sido adoptado e imitado por muchas otras editoriales.
El automóvil no desaparecerá de nuestras carreteras en un futuro próximo, sino más bien al contrario. Perdurará a lo largo del siglo XXI y se convertirá en una parte significante y decisiva de una cultura global basada en la tecnología y la ecología. Por cada paso que esta gran industria tecnológica vaya a dar, habrá gente como mis compañeros de trabajo y yo, que proporcionará gran cantidad de información y análisis. Y tal vez, también un poco de inspiración.
Nate Martinez
Nate Martinez, nacido en 1984, es un periodista especializado en automovilismo originario de San Diego, California. Desde que empezó a tener uso de razón, se ha sentido fascinado por todo tipo de vehículos: coches, camiones, tractores, tanques, motos…, en fin, todo lo que se mueva sobre ruedas. Además de escribir y conducir, le gusta leer, ir al gimnasio, viajar, la fotografía y un buen tequila. Actualmente vive en Los Ángeles.
Manuel Cabrera
Manuel Cabrera nació en la Ciudad de México en 1986. Ahí estudió diseño gráfico en la Universidad Iberoamericana. Actualmente trabaja como diseñador e ilustrador independiente y termina sus estudios de arquitectura.
Mayo 2014
© Santacruz International Communication