Texto
Alison Kent, Inglaterra

Ilustración
// Jetset //
Manuel Cabrera, México

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// ¡La danza importa! //

Fue en mi época escolar, apenas acababa de entrar en la escuela de baile de mi localidad y estaba aún sumergida en el mundo de los cuentos de hadas repletos de princesas, cisnes y espíritus, cuando quedé realmente fascinada en la clase de biología al conocer la danza de la abeja recolectora. Realmente me intrigó la sola idea de que las abejas pudieran tener una coreografía fija que seguían de forma inherente al ir y venir de sus colmenas, y me hizo venir a la mente imágenes infantiles de un cuerpo de baile de abejas obreras perfeccionando sus piruetas, fouettés y grands jetés. Pero también me hizo ser consciente de la importancia del movimiento y de la danza para el individuo y la sociedad en su conjunto.

La danza es una forma de comunicación que sin necesidad de recurrir a la palabra puede cruzar fronteras enviando potentes mensajes visuales. Las danzas tribales africanas se realizaban principalmente para expresar alegría, para celebrar la llegada de la nueva estación, el nacimiento de un niño, matrimonios o incluso para conmemorar la vida de un difunto. Estas danzas instruían acerca de modelos y valores sociales para ayudar a la gente a trabajar y madurar, pero también para representar la vida de sus comunidades. La danza de la lluvia de los nativos americanos era
un ritual destinado a invocar a la lluvia y con frecuencia se realizaba para los nuevos colonos a cambio de artículos comerciales. Los aborígenes australianos también intercambiaban canciones y bailes en grandes reuniones ceremoniales en momentos en los que comerciaban con bienes. Había un motivo con un propósito concreto y que requería la participación de todos.

En la mayoría de países del mundo, la danza popular se ha desarrollado en torno a las más diversas celebraciones. La tendencia a reunirse iba asociada invariablemente a alguna forma de baile en grupo. Las danzas de la comunidad eran elegidas por su simplicidad de forma, lo que permitía la integración inmediata e instantánea de los principiantes con las recompensas que ello suponía. Las danzas se realizaban normalmente con el mismo número de hombres que de mujeres y en la forma de un cuadrado, promoviendo el trabajo en equipo y una contribución social colectiva. Estas danzas habrían sido transmitidas de generación en generación y no tendrían un coreógrafo responsable de diseñar los pasos.

Durante el período del Renacimiento, el gran movimiento social e intelectual que liberó el pensamiento europeo de las ataduras de la filosofía cristiana medieval, empezó a aparecer una distinción entre las danzas de la corte y las danzas populares o folclóricas. Se empleó a maestros de danza para que formaran debidamente a los bailarines para realizar su trabajo de modo profesional, como entretenimiento para la nobleza. Estas danzas serían cuidadosamente anotadas para reposiciones futuras. En los entornos cortesanos, comenzó el desarrollo de la danza como un arte visual que creaba una plataforma importante para artistas, compositores, diseñadores y coreógrafos. La corte reunía a tantos artistas como podía permitirse. Se había llegado a la conclusión de que el impacto de la combinación de diversas artes era mucho más potente y directo. La nueva forma se convirtió en líder de las artes y gracias a su flexibilidad pudo adaptarse fácilmente a temas particulares, un aspecto importante en ese momento. El ballet de corte se originó en Italia, pero pronto se extendió a la mayoría de las monarquías europeas debido a su popularidad y esplendor.

La importancia del tema tratado era primordial para el coreógrafo y en los días del Teatro Imperial de Rusia a finales del siglo XIX era común emplear a un libretista para trabajar junto al compositor en la base o estructura de la obra. Se trataba de producciones a gran escala, hechas a la medida para un público ávido de espectáculo y grandiosidad. A veces, el coreógrafo tenía que renunciar a sus propios gustos para satisfacer el de sus espectadores. A principios del siglo XX, en tiempos de la revolución rusa, el empresario Serge Diaghilev llegó a París con sus Ballets Russes y el éxito en Europa fue impactante. Recurrió a compositores como Stravinsky, Debussy, Poulenc y Prokofiev, a diseñadores como Benois, Bakst y Goncharova para diseñar los decorados y el vestuario y a todo un equipo de dinámicos coreógrafos como Fokine, Massine, Balanchine y Nijinsky por nombrar solo a algunos. Aunque muchas de las creaciones se basaban intencionadamente en narrativa pura, Diaghilev no era contrario a la controversia. La representación de Le Sacre du Printemps, con Vaslav Nijinsky como coreógrafo, causó un gran revuelo en París e introdujo un nuevo y vanguardista estilo de danza acompañado de una complicada partitura de Stravinsky.

A partir de este movimiento, fueron apareciendo nuevas influencias que cambiaron la historia de la danza por completo, exigiendo mucha más emoción y pasión. Dejó de ser aceptable la producción de espectáculos caprichosos, dulces y sin carácter. Se optó por formas profundamente nuevas de acercarse a los personajes y al arte dramático, relajando con eficacia las fórmulas tan rígidas imperantes hasta ese momento. Los estragos de la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión de los años 20 y el ascenso al poder del Tercer Reich en los años 30 provocaron un desarrollo en la teoría de la composición forzando a bailarines y coreógrafos a cuestionar y reexaminar su arte como reflejo de la violencia, el descontento y el desorden social. En Alemania, importantes figuras como Mary Wigman y Rudolf von Laban introdujeron un nuevo movimiento, el «Ausdruckstanz» (baile libre), como parte del movimiento expresionista en arte. Ruth St. Denis y Ted Shawn introdujeron simultáneamente la danza moderna en Estados Unidos. Por ejemplo, La mesa verde coreografiada por Kurt Jooss en 1932 para la compañía Folkwang fue descrita como una danza de la muerte en ocho escenas de discusiones fatuas de diplomáticos en torno a una mesa, mientras que los horrores de la guerra y sus estragos se hacían patentes entre la gente común. Se trataba de una potente declaración antibelicista coreografiada un año antes de que Adolf Hitler se convirtiera en Canciller de Alemania. Los temas preferidos de Jooss trataban temas políticos y morales de la época. En 1933, se negó a despedir a los bailarines judíos de su compañía y tuvo que huir del país con su compañía de bailarines y establecerse en el Reino Unido, donde pudo continuar con su oficio libre y abiertamente. El coreógrafo inglés Antony Tudor influenciado por Jooss, también produjo obras en las que analizaba la psicología y el estrés emocional del ser humano, así como el dolor y el duelo por la pérdida. Sus Elegías Oscuras de 1937 reflejaban las tensiones y frustraciones de los años 30. Las pioneras de la danza moderna estadounidense, Doris Humphrey y Martha Graham, eran intérpretes de la estética y agudas observadoras del comportamiento físico y emocional y fueron esenciales en el desarrollo de la danza moderna como la conocemos actualmente.

Afortunadamente, el proceso continúa y en la actualidad hay un buen número de coreógrafos con talento creando grandes obras que nos hacen reflexionar haciendo uso en sus producciones de la tecnología más avanzada a su disposición. A menudo, el proceso coreográfico incluye el descubrimiento y la definición del tema y la intención: en el trabajo, en los movimientos, algo sucede, algo encaja y se produce la magia. José Limón, el bailarín, maestro de danza y coreógrafo  HYPERLINK «http://es.wikipedia.org/wiki/Mexicano-estadounidense» \o «Mexicano-estadounidense» mexicano-estadounidense que estudió con Doris Humphrey, escribió en su contribución a la publicación de Selma Jeanne Cohen, The Modern Dance: Seven Statements of Belief : «La función del artista es ser perpetuamente la voz y la conciencia de su tiempo». Cada coreógrafo toma una posición, de forma consciente o inconsciente, y hace una declaración más allá del contenido de la propia danza.

Bajo la influencia de la globalización, muchos géneros de la danza han llegado a popularizarse a nivel internacional. Ejemplos de ello son el tango, la salsa y el hip hop, en destinos muy alejados de sus lugares de origen. Las danzas híbridas adquieren cada vez más importancia en la cultura occidental como ocurre con la popular industria cinematográfica de Bollywood que yuxtapone la danza folclórica tradicional de la India con los musicales estilo Broadway. La migración también ha jugado su papel en la globalización. Hubo un tiempo en que era imposible ver a una compañía de ballet ruso actuando en otro lugar que no fuese su propio país, pero ahora los propios coreógrafos se han convertido en estrellas internacionales y sus obras son representadas por compañías de danza de todo el mundo. Se ha dicho que esto diluye cualquier estilo nacional e individual de una compañía, pero resulta que es algo que se exige y espera, no sólo por la junta directiva de la compañía, sino también por los amantes del teatro. Es un aspecto invaluable para la supervivencia del arte tanto para el bailarín como para el espectador. La danza no puede detener las guerras o cambiar puntos de vista políticos, pero como forma artística es capaz de crear una declaración única que involucre a su público de una manera significativa. ¡La danza importa!

Fuentes

Ballet for all – Peter Brinson y Clement Crisp
The Art of Making Dances – Doris Humphrey

Alison Kent

Alison Kent estudió ballet y danza contemporánea en la Rambert School of Ballet de Londres y ha sido bailarina profesional durante quince años. Ahora es escritora autónoma y crítica para Dance Europe. Reside en Garmisch-Partenkirchen, Alemania.

Manuel Cabrera

Manuel Cabrera nació en la Ciudad de México en 1986. Ahí estudió diseño gráfico en la Universidad Iberoamericana. Actualmente trabaja como diseñador e ilustrador independiente y termina sus estudios de arquitectura.

Diciembre 2013
© Santacruz International Communication

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