Texto
ENRIQUE GARCÍA DE LA GARZA, México

Ilustración
// Quetzalcóatl
Manuel Cabrera, México

Illu_Quetzalcoatl

//Situación del diseño en México //

Hace apenas pocos años, el diseño era un objeto de auténtico lujo en México. Hoy constatamos su democratización. Durante el siglo veinte fueron pocos los expertos –en las artes decorativas en general– que se irguieron por encima del sentido pragmático y que consiguieron algún logro en este plano. En la arquitectura modernista descuellan, por ejemplo, Mathias Goeritz, Mario Pani, Luis Barragán. En el ámbito mobiliario vale la pena mencionar a Don S. Shoemaker, un estadunidense que se avecindó en Morelia, Michoacán, y que fundó la compañía Señal. En el norte del país, en Monterrey, destacaba desde hacía algunas décadas ya la compañía La Malinche, que principalmente imitaba diseños escandinavos.

Con la aparición del internet y la eclosión de las distancias, el país ha visto un ímpetu sin par en la diseñística en general, desde el diseño de modas y el gráfico, hasta el automotriz o el arquitectónico de gran escala. En México se diseñan hoy el aeropuerto más grande del continente, coches y bicicletas, joyas, videojuegos, drones, casi todo. Falta aún haute couture y algunos otros nichos, pero realmente pocos. El reto para los próximos años será pulir aristas y profesionalizar algunos sectores donde se ha caído ya en la imitación de modelos extranjeros o en muletillas indeseables.

De ninguna manera se trata de un fenómeno exclusivo de la capital, sino que surgen por toda la geografía nacional nuevas iniciativas y proyectos de esta índole. En Monterrey, por ejemplo, hay una efervescencia de diseño gráfico y clientes con gran poder adquisitivo han comisionado casas particulares a starchitects de la talla de Tadao Ando o César Pelli. Hace poco se anunció un complejo residencial a las afueras de la ciudad diseñado por Zaha Hadid. Curiosamente, la clase creativa regiomontana ha emigrado en buena medida al Distrito Federal, donde ha abierto ferias de arte, bares y hasta librerías especializadas.

Tijuana es otro sitio de gran interés. Su proximidad con Estados Unidos modula la vida artística y cultural. En León, Guanajuato, se construyó hace poco un centro cultural diseñado por I. M. Pei. Pululan los hoteles de diseño; se encuentran propuestas dispares en sitios tan diferentes como Campeche, Guadalajara o Puebla y entre la población indígena, señaladamente entre los huicholes. Se entró así a una nueva época en que las artesanías tradicionalmente indígenas han sido llevadas a una nueva dimensión gracias a la intervención de destacados diseñadores. El mercado se internacionalizó, pues se abrieron canales para nichos insospechados, incluso de lujo, lo que se antojaría contraintuitivo.

En el ámbito académico ha habido un importante incremento tanto en la apertura de nuevos programas de estudio, incluyendo carreras profesionales, como, incluso, universidades especializadas en las distintas ramas del diseño. Los programas de intercambio con instituciones extranjeras han facilitado el intercambio de experiencias vivenciales pero también, como señaló hace ciento cincuenta años Robert Louis Stevenson, la adopción indiscriminada de modelos que no siempre son los óptimos para nuestros contextos y para los cuales no vale una simple tropicalización.

Los medios y la crítica se lo han tomado con seriedad. Las revistas especializadas –impresas y digitales– son ya numerosas y cubren toda la gama de la diseñística, con resultados aún irregulares. Como editor de la plataforma digital más joven en lengua castellana especializada en diseño, arte y arquitectura –designboom español–, soy de la opinión de que aún falta profesionalizar nuestra industria. Es complejo conformar equipos de trabajo competentes, la ortografía escasea tanto que da terror, pero el entusiasmo de los jóvenes es absoluto. La generación millenial está al día –no: realmente al instante– gracias a las redes sociales y a la inmediatez de la comunicación. Además, ya es posible comprar en el país marcas que hasta hace poco se consumían tan solo en viajes a Estados Unidos o Europa.

Si tuviera que elegir tres ámbitos donde querría una participación más creativa me quedaría con haute couture –en serio, no de broma, pero para esto aún falta mucho conocimiento y experiencia y un talento que lo detone–, radio –seguimos esclavizados a la verborrea vacua de los comentadores y a sus discos de hace muchos quinquenios– y al ya descrito empeño editorial. Se me dirá tal vez que la televisión debería anteceder a la radio; puede ser, pero no olvidemos que en México la televisión y su producto más preciado, la telenovela, surgió precisamente de la radio y de la radionovela. ¿No podríamos imaginar un nuevo horizonte radiofónico que remueva a la televisión de su hastío? Quizá el cambio provenga por presión externa, pues cada vez menos usuarios gozan de la televisión, que ha sido sustituida por dispositivos móviles aptos para reproducir videos en línea.

Falta aún desarrollar el e-commerce especializado en diseño. El momento es idóneo, tal como lo dejan ver las nuevas iniciativas que han proliferado los últimos meses en Europa, como por ejemplo la novísima tienda en línea de la revista inglesa Wallpaper*. Por contraparte, en otoño veremos el estreno de una feria de foto, con lo que queda comprobada como cierta la impresión que todos los turistas extranjeros se llevan al visitar México: que están sucediendo muchas cosas inauditas y que la efervescencia es total.

Enrique G de la G

Enrique G de la G (Monterrey, 1979) estudió filosofía en México y se doctoró en Berlín con una tesis sobre Aristóteles. Trabajó en Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung, en ZEITmagazin y en Weltkunst. Desde 2011 vive en México, donde trabajó como editor de Letras Libres y, actualmente, dirige designboom español, la nueva edición en castellano de la reconocida plataforma digital especializada en diseño y arte designboom. Además, trabaja como escritor y traductor independiente de textos académicos, ensayos y novelas para El Colegio de México, Océano y Herder, entre otros.

Manuel Cabrera

Manuel Cabrera nació en la Ciudad de México en 1986. Ahí estudió diseño gráfico en la Universidad Iberoamericana. Actualmente trabaja como diseñador e ilustrador independiente y termina sus estudios de arquitectura.

Agosto 2015
© Santacruz International Communication

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