// Percepción frente a realidad //
Recientemente he estado leyendo Africa39, una recopilación de narraciones de 39 escritores africanos, todos ellos menores de cuarenta años. Lo que me ha sorprendido, conforme las voy leyendo, es la ausencia de los «temas» que podríamos esperar en escritos de África. No solo se trata de una antología de brillantes narrativas que proporcionan a menudo perspectivas sorprendentes y que están escritas por autores de excepcional talento, sino que Africa39 también ofrece visiones distintas y en buena medida alternativas provenientes de africanos que viven en el continente y también de otros que forman parte de la diáspora. Una de estas narraciones me conmovió especialmente. «Mama’s Future» de Nana Ekua Brew-Hammond, una escritora ghanesa-americana, que describe como: «En su momento, Mamá (Africa) había sido la mujer más rica y más buscada del mundo…» con pretendientes llegando de todas partes del mundo «solo por el privilegio de echar un vistazo». Cuando mamá está en el lecho de muerte dice a sus hijos, venidos de todas partes del mundo, que ha «sellado» algunas de sus riquezas para el futuro (diamantes, oro, petróleo, gas natural) y les hace prometer que usarán estos bienes para hacer que su legado vuelva a brillar.
Siendo nosotros mismos parte de la diáspora, mis amigos y yo a menudo comentamos (y lamentamos) el hecho de que para muchas personas «África es un gran continente sin esperanza» con un potencial limitado. La reciente tragedia de la epidemia de Ébola, que conforme escribo sigue afectando a partes de tres países de África Occidental, es un ejemplo de ello. El Ébola, indudablemente, ha reforzado la percepción de un continente completo como enfermo, afectado por la pobreza y devastado por la guerra. Estas son realidades que no debemos rehuir. Sin embargo, África es mucho más diversa de lo que mucha gente puede imaginar y además de todo lo malo que ha pasado y que continúa pasando, esta enorme región también tiene un futuro.
Me gustaría compartir mis perspectivas, basadas en mis propias experiencias a lo largo de los años. Pero primero me gustaría introducir algo de contexto: África es el segundo mayor continente del mundo, con cincuenta y cuatro naciones y una población de 1.132 millones de personas, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Las estadísticas muestran que hay 700 millones de jóvenes en África con una edad inferior a los veinticinco años. De los cincuenta y cuatro países, he estado en dieciocho (Botsuana, Costa de Marfil, Guinea Ecuatorial, Etiopía, Ghana, Kenia, Liberia, Namibia, Nigeria, Ruanda, Senegal, Seychelles, Sudáfrica, Tanzania, Túnez, Uganda, Zambia y mi país de origen Zimbabue). Durante mi trabajo en el continente he conocido a personas que hablan inglés, francés, español, portugués y árabe, además de hablantes de numerosas lenguas indígenas. Sería imposible encontrar todo esto en un «país» grande y homogéneo.
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De pequeña fui una niña siempre inquisitiva. La nuestra era una familia que siempre alentó el interés activo en conocer el mundo, que veía las noticias de televisión todas las noches. Recuerdo perfectamente sucesos relacionados con algunas de las figuras importantes de los años 70 y las preguntas curiosas que solíamos formular mi hermana y yo: Moshe Dayan (¿qué le pasó en su otro ojo?), Idi Amin (¿por qué desterró a los indios?), Leonid Brezhnev (¿por qué la Guerra Fría es fría?), Hebert Chitepo (¿por qué fue asesinado?). Ya entonces supe que cuando fuese mayor quería conocer e interactuar con personas interesantes de otros lugares. Yo todavía no sabía que mi trabajo me llevaría a conocer la socioeconomía, la política y la cultura popular de África en el mundo globalizado.
Al principio de mi carrera como locutora recuerdo haber tenido problemas graves durante la entrevista que realicé al veterano escritor, periodista y comentarista político sudafricano Allister Sparks. En ese momento, cualquier mención a Sudáfrica en los medios de comunicación de Zimbabue debía ir precedida de los términos «en la Sudáfrica gobernada por leyes racistas del apartheid», palabras que omití inadvertidamente durante la entrevista. Entrevistar a un sudafricano blanco, aunque liberal, era considerado un tabú. No obstante, yo estaba más interesada en poder debatir con él las realidades de vivir en un estado paria segregado (por entonces, Zimbabue había alcanzado la independencia) y explorar por qué y cómo se había enfrentado al ‘sistema’ a través de su trabajo en los medios, así como su papel como fundador del Institute for the Advancement of Journalism, que se centraba en la formación de periodistas africanos y el fomento de una mejor comunicación entre los profesionales de todo el continente. Afortunadamente, no llegué a perder mi primer trabajo pero sí me gané una importante reprimenda. Continué en la emisora de radio y pude conocer y entrevistar a grandes personalidades, incluyendo a actores de Hollywood como Danny Glover, Morgan Freeman, Alfre Woodard y a la genial artista, Nina Simone, ya fallecida, por no hablar de un gran número de otras celebridades y líderes de opinión. Lamentablemente estos eventos tuvieron lugar mucho antes de la llegada de las redes sociales a África, así que no teníamos forma de documentar estos encuentros para las generaciones venideras (especialmente para los propios hijos, siempre algo escépticos y que necesitan pruebas online para aceptar que algo realmente ha sucedido).
Una década después mi lugar de trabajo se había trasladado a la ciudad de Londres en una institución financiera global cuyo objetivo era «liderar el camino en África, Asia y Oriente Medio». Mi tarea consistía en supervisar la cartera de comunicación y relaciones exteriores en los trece mercados africanos en los que tenía presencia la institución.
La iniciativa clave en esa época era «Africa First», un programa dirigido a posicionar la región como una importante oportunidad de crecimiento para la economía global. Era el año 2002 y la región de África estaba realizando una importante contribución a los beneficios antes de impuestos de los bancos. Aunque yo anteriormente había cubierto una subregión más pequeña dentro de la misma institución financiera, en este papel panafricano más amplio, descubrí la diversidad del continente y la enorme oportunidad de negocio que suponía para la banca corporativa, comercial e institucional. Hoy en día, tras resistir en gran medida la crisis financiera mundial, la misma compañía sigue manteniendo una posición estratégica para aprovechar los vínculos comerciales y de inversión internacionales. La creciente clase media y la clientela de alto patrimonio neto accesible para las empresas en el continente africano presentan un panorama totalmente diferente al que vemos representado a menudo en los medios de comunicación populares.
Siendo de África Meridional, quedé gratamente sorprendida durante mi primera visita a África Occidental por la calidez, generosidad y acogida de todas las personas que conocí en Accra, Ghana. Estaba fascinada con los apellidos de origen inglés y holandés de mis colegas de Ghana. También me impresionó inmediatamente la cortesía con la que fui recibida a mi llegada al aeropuerto, la hospitalidad ofrecida en los idílicos hoteles frente al mar y los menús de restaurantes exóticos que ofrecían carne de ”vaca” (res) en la salsa más picante que he probado nunca. En una conferencia de trabajo, me sorprendió la práctica del departamento de relaciones públicas de entregar ‘soli’ (del inglés solicitation), una especie de «honorario / gratificación» o «cuota de aparición» otorgada a los periodistas locales que cubren e informan sobre eventos corporativos. Nunca me había encontrado con esta práctica en el Reino Unido, pero descubrí que era común en algunos, no todos, de los países que visité, en los que la ‘soli’ era considerada por ambas partes como un gesto de agradecimiento a los periodistas por presentarse para cubrir algunas informaciones.
Más tarde empecé a trabajar en otra institución financiera internacional con sede en Londres, donde cubría Europa Occidental y donde tuve la oportunidad de apoyar los esfuerzos (y retos) de comunicación de compañías internacionales de banca minorista y comercial en Francia, España, Italia y Portugal, así como las operaciones en Sudáfrica, un puesto que me introdujo en el mundo de las fusiones y adquisiciones. Integrar dos organizaciones muy diferentes requería un gran ejercicio de análisis, con desafíos legislativos asociados, calendarios diferentes y modelos operativos y estrategias de marca distintos. Me acuerdo de la primera reunión de comunicación entre los ‘chicos’ (y chicas) de Londres y el equipo de Johannesburgo. Fue algo incómoda, por decirlo suavemente. Los paquetes de relaciones públicas diseñados en Londres, en inglés, no funcionan necesariamente en afrikaans, xhosa, zulú, etc. Y aunque algunos productos y servicios genéricos pueden ser eficaces, había innovaciones que debían ser adaptadas para satisfacer las múltiples culturas y demografías (negros, blancos, indios y ‘de color’) en un mismo país.
En 2008, me uní a una empresa de consultoría y pasé a formar parte del equipo de coordinación para los African Business Reporting Awards, en cuyo jurado intervenía ese mismo año Zeinab Badawi de la BBC. Estos premios tienen como objetivo destacar la excelencia en periodismo impreso, televisivo y en línea sobre el tema de los negocios y la inversión en la región de África.
Fue alentador ver tantas historias acerca de los avances tecnológicos, la expansión en los sectores del petróleo y el gas, el espíritu empresarial en el sector de las telecomunicaciones, junto con muchos otros ejemplos de innovación y éxito. En el otro extremo del espectro, recuerdo varios artículos escritos acerca de la «recolonización» de África (por China), la corrupción y la burocracia inherentes.
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En 2010 volví al continente africano después de una década de ausencia para trabajar en una institución de desarrollo regional destinada a fomentar la capacidad de desarrollo. Una semana después de empezar a trabajar, se me anunció que debía volar a Monrovia, Liberia, para realizar una grabación de Su Excelencia la Presidenta Ellen Johnson Sirleaf, con motivo de la inauguración de las celebraciones del 20º aniversario de la organización, que debía tener lugar al mes siguiente en Túnez. La Presidenta Sirleaf fue la primera de muchos jefes de Estado y de Gobierno a los que pude conocer durante este período. Descubrí que muchos de ellos lideran naciones ricas en recursos pero de escasas capacidades. Cuando comenzó el brote de Ébola, me acordé de mi primera visita a Liberia y de la sensación de esperanza y optimismo que transmitían casi todas las personas que conocí en esa frágil nación después de los conflictos. Es muy fácil juzgar y resaltar los aspectos negativos, especialmente en tiempo de crisis. Así, mientras que los medios de comunicación han tendido, con razón, a centrarse en la magnitud del problema del Ébola en algunas partes de Liberia, Guinea y Sierra Leona, no han informado lo suficiente acerca de la búsqueda de soluciones y medidas de mitigación en la zona para evitar crisis futuras. Por ejemplo, Liberia, una de las naciones más afectadas por la pandemia, trabaja desesperadamente para poner en marcha un plan integral; ahora me doy cuenta, más que antes, de lo importante que es considerar la capacidad de resistencia en caso de conmociones internas y externas y la importancia de tener instituciones estables y fuertes.
Recientemente tuve la oportunidad de trabajar en el Túnez posterior a la primavera árabe, después de haber trabajado aquí durante la presidencia de Zine El Abidine Ben Ali. Las dos veces me acompañaba mi hijo. Esta vez sus comentarios, desde su punto de vista de adolescente, han sido esclarecedores para mí. Disfrutaba de su año sabático antes de empezar la universidad en el Reino Unido y le matriculé para unas clases intensivas de francés mientras yo estaba en el trabajo. Para ir a clase, él tenía que tomar un taxi cada día hasta otra zona de la ciudad. Su profesora de francés era graduada por la Universidad de Túnez, una mujer joven y moderna que le gustaba la música hip-hop, ver la televisión por cable, salir a comer con amigos e ir de compras. Ella también disfrutaba de su reciente libertad religiosa y del derecho a la autodeterminación, llevando hiyabs (muy a la moda) y largas túnicas, por propia elección. Por las noches, mi hijo compartía conmigo algunas de las conversaciones que había tenido con su tutora fuera de las clases de francés, y que iban desde: ‘¿Cuáles crees que son las oportunidades de Argelia de ganar el Mundial?’, hasta ‘¿Vas a ir a concierto de Joss Stone en Cartago?’; temas que yo hubiera pensado que no eran típicos para una mujer joven del Magreb que había optado por llevar velo.
Durante nuestro período en Túnez y después en Costa de Marfil, mientras veíamos ‘Inside Africa’ de CNN y ‘Africa Business Report’ de BBC (entre los canales disponibles en inglés en nuestra residencia), me di cuenta de que efectivamente se ha producido un cambio en la forma en que el continente se percibe a nivel mundial. Las historias de pesimismo y fatalidad están dando paso lentamente o al menos están siendo compensadas por historias con aspiraciones de libertad, esperanza, fe, éxito y amor. Historias de gente normal y extraordinaria, de fortalecimiento, desarrollo y optimismo en África del Norte y del Sur, en África Occidental, Oriental y Central.
El continente de África está mucho más presente. Muy recientemente, en diciembre de 2014, he tenido el privilegio de asistir a dos eventos diferentes en Londres cuyo tema central era África. En la ‘Annual Lecture’ organizada por la Royal African Society y titulado: Africa Rising? What Will Happen When Her Citizens Arise? (¿África está despertando?¿Qué pasará cuando sus ciudadanos se alcen?), la Dra. Obiageli Ezekwesili, asesora económica superior en las Open Society Foundations (OSF) y ex vicepresidenta del Banco Mundial para África, habló sobre la necesidad de los africanos de ser dueños del proceso de desarrollo y de responsabilizar a sus líderes con el fin de exigir un buen gobierno que mejore su calidad y nivel de vida. El otro evento, TEDxEuston, se inspira en las populares conversaciones ‘TED’ que fueron concebidas por Richard Saul Wurman en 1984 bajo el tema: «Ideas Worth Spreading» (Ideas que merece la pena difundir). El evento de Londres fue organizado por un equipo de profesionales africanos y reunió a una importante serie de interlocutores para abordar el tema «Facing Forward» (mirando hacia delante) que refleja la posición contemporánea del continente. El tema «Facing Forward» ha sido inspirado por la famosa cita de Kwame Nkrumah «We face neither east nor west but forward» (No miramos hacia el este ni el oeste, sino hacia delante) y las ideas van desde imaginar las cosas de otra manera, pasando por hacer las cosas de manera diferente para dirigir o ejercer liderazgo de otra forma.
El mensaje principal que extraje de estos eventos es que el futuro no es tan sombrío. Los desafíos existen en todas las esferas de desarrollo. No obstante, como muchos africanos, incluyendo a los autores de la antología Africa39 que he mencionado al principio, pienso que se ha creado un espacio en el que poder presentar al continente a través de una lente que mire hacia el futuro y en un contexto global. En las últimas dos décadas he descubierto países muy diferentes en este vasto continente con un potencial enorme a la espera de ser aprovechado. Y me gustaría finalizar con una cita del Dr. Kingsley Chiedu Moghalu, un tecnócrata nigeriano autor del libro «Emerging Africa: How the Global Economy’s ‘Last Frontier’ Can Prosper and Matter”: «Lenta pero seguramente, África es cada vez menos visto como un continente sin esperanza y más como uno de promesas para el desarrollo económico, menos como un refugio de la pobreza, la guerra y los desastres naturales y más como un continente que ofrece oportunidades económicas. En resumen, África es visto más como un lugar «normal», aunque sea algo menos próspero que otras partes del mundo, que como el lugar decididamente «anormal» del mapa de la imaginación mental que en su día fue».
Audrey Mpunzwana
Audrey Mpunzwana nació en Harare, Zimbabue. Su familia se trasladó al Reino Unido cuando ella tenía 3 años, y volvió justo antes de la independencia de Zimbabue. Después de la enseñanza secundaria, Audrey estudió Sociología a nivel de pregrado y más tarde se graduó becada por el Consejo Británico con un máster en Comunicación Masiva por la Universidad de Leicester. Audrey comenzó su carrera en la radio y la televisión en su natal Zimbabue y desde entonces ha tenido diferentes puestos en instituciones de comunicación corporativa y desarrollo internacionales como UNICEF, el banco Standard Chartered, el Banco Africano de Desarrollo, el banco Barclays, la Fundación para el Desarrollo de las Capacidades en África y africapractice. Ha cursado programas de desarrollo de liderazgo en la Escuela de Negocios de Londres y en la Universidad de Exeter y actualmente trabaja como consultora de comunicación en el Reino Unido y en varias partes de África.
Manuel Cabrera
Manuel Cabrera nació en la Ciudad de México en 1986. Ahí estudió diseño gráfico en la Universidad Iberoamericana. Actualmente trabaja como diseñador e ilustrador independiente y termina sus estudios de arquitectura.
Enero 2015
© Santacruz International Communication