Texto
ROBERT KUGLER
ALEMANIA

Ilustración
// Stargazers //
Manuel Cabrera
México

Illu_stargazers

// ¿Cómo comunicarse cuando se trata de patrimonio cultural? //

«La ciudad estaba desolada. Entre las ruinas no quedaba rastro de vida alguno de esta raza, cuyas tradiciones se habían transmitido de padres a hijos y de generación en generación. Se encontraba ante nosotros como una corteza destrozada en medio del océano, sus mástiles caídos, su nombre borrado, su tripulación perecida, y nadie para decirnos de dónde venía… »
John Lloyd Stephens

Fragmento escrito por el explorador estadounidense John Lloyd Stevens en 1839 al ver por primera vez las ruinas de la antigua ciudad maya de Copán y después de superar una ardua expedición por la selva junto a su compañero británico Frederick Catherwood. Estas palabras reflejan la esencia misma de los misterios a los que se enfrenta la humanidad al encontrar ante sí antiguas manifestaciones olvidadas de la cultura humana. Incluso después de su descubrimiento, la herencia ancestral transmitida por generaciones anteriores a menudo permanece en silencio para nosotros. Aunque la era de los grandes descubrimientos sucedió mucho tiempo atrás, la profunda sed de conocimiento del ser humano nos lleva a seguir descubriendo los secretos de la herencia cultural. De hecho, se siguen encontrando nuevas capas de información codificada, descubrimientos que sugieren un potencial aparentemente interminable.

Generaciones de científicos y estudiosos han amalgamado las percepciones derivadas de las representaciones del patrimonio cultural, como los monumentos y objetos arqueológicos, los edificios históricos y los muchos documentos escritos contenidos en bibliotecas y archivos. A pesar de los logros, a la hora de dar valor y preservar el patrimonio cultural de la humanidad en la mayor medida posible, hay muchas características de la sociedad moderna —incluyendo el crecimiento constante de la población, el cada vez mayor consumo de suelo y recursos naturales, los conflictos bélicos y las desigualdades sociales generalizadas— que ponen en peligro la integridad de este patrimonio cultural y también el conocimiento científico contenido en él. Los objetos antiguos a menudo se reducen a meras decoraciones o solo se reconocen en términos de su valor comercial como un medio de expresión de prestigio o como una simple oportunidad de inversión. Los objetos culturales están en mayor peligro cuando se reducen a características tan superficiales. Los yacimientos arqueológicos son a menudo saqueados para obtener estos objetos, lo que implica la pérdida irrecuperable de toda la información contextual. Volviendo a la metáfora de Stephens, se está desmantelando el barco en lugar de recuperarse su identidad.

¿Cómo podemos hacer frente a estos peligros y garantizar la preservación de las manifestaciones de la cultura humana? Desde las grandes guerras del siglo XX, e incluso antes, muchos países han reconocido que las leyes deben servir como instrumento de protección global tanto a nivel nacional como internacional. En paralelo a la necesidad de crear una identidad nacional, muchas naciones jóvenes han proclamado la soberanía exclusiva sobre los restos de antiguas culturas ubicadas en sus territorios nacionales. En muchos casos, esto ha sido una reacción a las experiencias traumáticas de incapacitación bajo dominio colonial o hegemonía imperial. En el siglo XIX, las grandes naciones occidentales del mundo adoptaron un enfoque universalista sobre las manifestaciones de las culturas mundiales, ya fuera como raíces profundas de su propia identidad cultural, como el legado grecorromano de las naciones europeas, o como conceptos satélite de la cultura dispuestos en una posición subordinada a fin de demostrar la supremacía de la cultura occidental predominante, aspectos que pueden comprobarse analizando los orígenes de los museos universales clásicos.

Emancipándose de la disposición de orientación occidentalista de la diversidad cultural del mundo, las naciones jóvenes en América, África y Asia estaban dispuestas a promulgar su autonomía nacional con respecto a su patrimonio cultural. Esto se hizo principalmente dando a los objetos culturales la categoría de bienes nacionales, prohibiendo su exportación y haciendo valer un derecho moral sobre los muchos objetos de sus culturas ubicados en el extranjero, a menudo en las instituciones culturales de sus antiguas naciones colonizadoras. En la actualidad, tales expresiones de soberanía cultural recuperada chocan frontalmente con los viejos títulos de propiedad en poder de los antiguos gobernantes.

A pesar de que los contendientes utilizan el lenguaje común del derecho para expresar sus demandas, a menudo parece imposible llegar a interpretar o traducir las declaraciones opuestas. Como resultado, la justicia no se imparte a satisfacción de ambas partes. El abogado experto en patrimonio cultural se enfrenta así con las limitaciones de su profesión cuando se trata de resolver los conflictos, cuyas soluciones han de encontrarse más allá de las leyes, ya que también se refieren a cuestiones de relaciones exteriores y diplomacia, moral y ética y responsabilidad histórica.

Los siguientes ejemplos ilustran las tareas específicas que un abogado experto en derecho de patrimonio cultural puede tener que abordar en el curso de la resolución de una demanda de restitución.

Como ya hemos mencionado, la mayoría de los países de origen consideran los objetos arqueológicos procedentes de las culturas asentadas previamente en sus territorios nacionales como propiedad del estado y prohíben su exportación. Sobre la base de los denominados «estatutos paraguas», siempre que los objetos arqueológicos aparecen en el mercado internacional o en colecciones privadas, deben iniciarse las demandas de restitución. Por otro lado, la mayoría de los llamados «estados del mercado» no asignan una calidad especial a los objetos arqueológicos per se y generalmente los consideran como bienes muebles ordinarios. No obstante, bajo el concepto de buena fe es posible para una persona adquirir un título válido de propiedad, lo que impediría que un estado de origen hiciese cumplir el retorno de su propiedad en otros países. En este contexto, la tarea del abogado especializado en patrimonio cultural y de un equipo de expertos —incluyendo a arqueólogos, historiadores, antropólogos, historiadores del arte o naturalistas— es investigar el origen específico del objeto en litigio, las circunstancias de su descubrimiento y exportación desde el país de origen, y los hechos correspondientes de la importación al país en el que se encuentra actualmente. El resultado de dicha investigación de procedencia sería el elemento crucial para interconectar los dos sistemas legales y aplicar elementos del derecho exterior en el país donde se encuentra el objeto. Si el objeto fue robado de un museo o una colección registrada, o ilícitamente retirado de un yacimiento arqueológico bien documentado, los datos requeridos pueden obtenerse sin mayor dificultad. El control de las actividades de los saqueadores y traficantes de antigüedades y la obtención de inteligencia estratégica a largo plazo sobre la red internacional de tráfico ilícito puede ayudar a identificar y confiscar objetos obtenidos a través de actividades de saqueo.

Sin embargo, ningún estado —sin importar el grado de sofisticación de sus autoridades de protección del patrimonio y sus fuerzas de investigación criminal y cumplimiento de la ley— será capaz de proporcionar la máxima seguridad. Por lo tanto, muchos objetos procedentes de excavaciones clandestinas y generalmente desconocidas para la ciencia o el público en su primera aparición en el mercado no se podrán rastrear hasta su origen. En consecuencia, los países de origen no podrán presentar las pruebas necesarias para refutar el argumento de buena fe del actual propietario. Por lo tanto, ambos sistemas jurídicos permanecerán aislados sin interconexión posible para resolver la disputa dentro de los cauces de la ley. Sobre la base de sus respectivos fundamentos jurídicos, ambas partes alegan actuar con plena legitimidad. Por lo tanto, en términos legales, el propio objeto cultural tendría una naturaleza híbrida y la ley fracasaría a la hora de mediar en ambas posiciones legales. El abogado experto en patrimonio cultural tendría entonces que aconsejar a los litigantes la búsqueda del consenso fuera del marco legal. El patrocinio a través de donaciones a instituciones de los países de origen y los préstamos permanentes o acuerdos que garanticen la disponibilidad general de los objetos al público, la ciencia y el intercambio cultural podrían servir como incentivos para que los particulares compartiesen sus posesiones sin ser acusados de infracción. Las formas de custodia privada bajo supervisión pública podrían permitir a ambas partes salvar las apariencias y por lo tanto pueden considerarse como enfoques innovadores para resolver disputas.

Muchos de los casos de patrimonio cultural desplazado que han llegado a conocimiento del público implican objetos que se habían retirado de su origen mucho antes de que existieran los estados demandantes actuales. Entre los ejemplos famosos se incluyen los Mármoles del Partenón en Londres, el tocado de plumas mexica conocido como “Penacho de Moctezuma” en Viena, o muchos otros objetos arqueológicos recopilados durante siglos y conservados en los grandes museos del mundo. Las circunstancias de su descubrimiento y traslado a su ubicación actual a menudo se remontan a un pasado remoto. Su historia a menudo incluye elementos legendarios y los objetos en sí mismos se han convertido en parte de la historia y cultura de su destino final. ¿Son aplicables en estos casos las leyes actuales de los estados implicados? ¿Tiene derecho un estado moderno a reclamar los objetos retirados mucho antes de la existencia del propio estado y de las leyes en las que se basa? ¿Qué ocurre si los recursos legales prescribieron hace mucho tiempo? ¿El retorno de tales objetos crearía una nueva injusticia? ¿Cómo puede juzgarse la conducta que actualmente se considera políticamente incorrecta o incluso ilegal, cuando antiguamente no se habría considerado como inapropiada? Las respuestas a estas preguntas no podrán encontrarse dentro del ámbito de la ley. Estas disputas solo podrán resolverse si ambas partes están dispuestas a abandonar sus posiciones más alejadas y entrar en un diálogo que conduzca a un consenso. Los acuerdos multilaterales y bilaterales basados en la cooperación política y cultural será la única manera de llegar a soluciones satisfactorias para ambas partes. Sin embargo, tales soluciones exigen flexibilidad y la voluntad de superar los dogmas por ambas partes. Los países del mercado tendrán que reconocer que los objetos del patrimonio cultural son bastante más que mera mercancía móvil. En particular, tendrán que reconocer casos en los que los objetos retirados de sus lugares de origen son tan preciosos y cruciales para el propio concepto de nación que deberían ser devueltos a su lugar de origen, incluso si la adquisición hubiera tenido lugar sin violar ninguna regulación anteriormente vigente. En ciertos casos, los países de origen tendrán que renunciar a su punto de vista nacionalista de ser la única autoridad competente para poseer e interpretar los objetos de las culturas antiguas que existían en su territorio nacional en los tiempos antiguos.

Tratar con el patrimonio cultural no solo requiere de un abogado para considerar las diferentes capas de la legislación nacional, sino también para identificar los puntos en común con la legislación de origen del objeto relevante en una escala internacional. Si los límites de la legislación nacional no pueden trascenderse, el abogado se convierte en un mediador comunicativo entre los oponentes. La resolución de un conflicto solo se puede alcanzar si se aborda desde una perspectiva holística que vaya más allá de los elementos jurídicos para considerar también los aspectos históricos y éticos, las relaciones internacionales y la diplomacia. Por lo tanto, el abogado experto en patrimonio cultural dirige un equipo multidisciplinario de expertos para proporcionar todos los hechos pertinentes relativos al objeto en disputa con el fin de sentar las bases para el arbitraje que consiga conciliar de manera efectiva las posiciones de ambas partes.

Robert Alexander Kugler

Robert Alexander Kugler es un abogado alemán con residencia en Berlín. Como experto en derecho de patrimonio cultural, aconseja en casos relativos a la restitución de bienes culturales. También participa en negociaciones multilaterales sobre el desarrollo de un marco de protección unificado del patrimonio cultural internacional.

Manuel Cabrera

Manuel Cabrera nació en la Ciudad de México en 1986. Ahí estudió diseño gráfico en la Universidad Iberoamericana. Actualmente trabaja como diseñador e ilustrador independiente y termina sus estudios de arquitectura.

Febrero 2015
© Santacruz International Communication

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